El populismo es lo que tiene. En el caso de Sevilla habría que adaptar esta expresión al contexto político que nos rodea. “El popularismo”, que es tanto como decirle a todo el mundo lo que quiere oír para luego hacer lo que al popular le conviene.
Cuando aún resonaban los ecos del discurso de investidura del alcalde de derechas, va la Fundación Foro Antares –nada sospechosa de pertenecer al lado oscuro del gobierno anterior- y se descuelga con los resultados de su barómetro en el que, a la pregunta ¿Eliminaría Ud. la restricción del acceso de vehículos al centro histórico de la ciudad? responde más de la mitad diciéndole que no. Y ya aflora, por lo tanto, la contradicción. Ya tenemos el conflicto.
Porque ya sabemos que lo va a eliminar. Lo dijo en campaña electoral y con ello complace a sus votantes. Hasta ahí, impecable demócrata, pero: ¿Por qué entonces engaña al personal diciéndole que gobernará para “todos” los sevillanos?
Ya sabemos que lo va a eliminar. Ayer, en un periódico lo aseguraba tajantemente. Ni ha dialogado, ni ha consensuado, ni se lo ha comunicado siquiera a las entidades ciudadanas que le han mostrado, por escrito, su sincera preocupación por el paso atrás que significará volver a la situación anterior. Ya en términos de sostenibilidad, ya en términos de conservación del patrimonio, ya en términos de pacificación del tráfico o en el retroceso a los procesos de peatonalización.
La clave popularista radica, precisamente, en mantener en el engaño a los ciudadanos dando una imagen de alcalde de consenso, que sitúa al “diálogo” por encima de todo, que busca complacer a todo el mundo y, cuando llega la hora de la verdad, actúa haciendo absolutamente lo contrario.
Si es el alcalde que gobierna para “todos” los sevillanos a ver ahora de parte de qué sevillanos se va a poner. Porque más de la mitad le están diciendo que no derogue el plan centro. Al quitarlo se hará evidente que no es el alcalde de todos. Es el alcalde de los que le han votado.
Y no es ni el alcalde de todos, ni el campeón del consenso, ni el líder del diálogo. Si acaso, un buen contador de cuentos cuyo mérito es vender bien la moto averiada.
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