Durante el mes de agosto, especialmente agudizado hacia la primera quincena, los mercados de valores –las acciones de bolsa- hicieron subir la prima de riesgo a niveles que rozaban los 400 puntos.
¿Qué significa exactamente eso en términos prácticos? Pues que cada punto que subía desde los 280 –“presunto sitio natural de nuestro país”- encarecía la devolución de los préstamos que financian el gasto público en miles de millones de euros. Es decir: devolver el mismo préstamo que hacen los mercados al estado varía cada día según se levanten o se acuesten los que manejan el dinero.
Poner en la Constitución que pagar la deuda a los mercados es prioritario supone lo siguiente:
Las pensiones del año que los mercados hayan atacado a nuestra deuda se pagarán después de haber satisfecho la factura de intereses de ese monstruo especulativo. Los mayores, pues, serán después de la deuda. Los pobres cobrarán después de que los ricos hayan satisfecho su ambición.
La salud a través de la sanidad pública se financiará con lo que quede. Si un ejercicio presupuestario viene de acoso a la deuda y no quedan fondos suficientes, aflorará el copago, la factura sombra dejará de serlo para ser precio real, se recortarán médicos de familia y se acortará el horario de los quirófanos por falta de plantillas.
La educación expresada en términos de colegios públicos, maestros, institutos y universidades sufrirán recortes para conseguir cumplir con la Constitución que exige atender primero la insaciable voracidad especulativa que la apuesta por la formación de una ciudadanía con derechos a ser educada.
La inversión pública que tiene como valor el motor de muchas economías territoriales sencillamente desaparecerá, porque no habrá dinero entre las prioridades.
No seguimos, pero dejamos caer una reflexión inquietante: ¿Dejarán los mercados que gobierne aquel partido que los ciudadanos elijan? Con las herramientas que se les está poniendo a disposición, la democracia ha dejado de tener sentido. O mandan los que hagan lo que ellos quieran o arruinarán al país acosando la deuda pública y obligando, por exigencia constitucional, a pagarles a ellos primero a costa de negar derechos básicos a la ciudadanía.
Se acabó la democracia. Bienvenidos al capitalismo salvaje. El mejor sistema para crear riqueza para algunos y el peor para distribuirla entre todos.
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