Este es el tipo de cosas que la gente reprocha a la política. Cuando el abuso del poder convierte en inoperante a las instituciones y defrauda una expectativa razonable llevándola a un final tan brusco como previsible.
Zoido estuvo en el pleno del viernes por la tarde pero no habló. También se reservó la palabra hasta después de haber votado el Presidente de la Comisión, Curro Pérez, cuando, ya sin derechos a réplica los portavoces de la oposición, vino a proclamar cuánto amor le demostraron los suyos en el vía crucis de la Comisión de Investigación… creada por ellos mismos. Tampoco el Delegado de Movilidad hizo uso de la palabra. ¿Quién defendió la tesis del gobierno, pues?
Pues el concejal delegado del distrito Este, que como todo el mundo sabe, tiene mucho que ver con la movilidad, con la comisión de investigación a la que no pertenecía y con el Plan Centro, las cámaras y las multas de tráfico… del centro, que por alguna razón que todos ignoramos pero que debe ser de las de verdad verdadera, Ignacio Flores debía ser el lógico portavoz del Pleno Extraordinario del Plan Centro.
Zoido ha hecho como los críos ricos y soberbios que, cuando van perdiendo el partido se llevan el balón “que para eso es mío”. Se acabó el partido que aquí las reglas las improviso yo, según me vaya el minuto y el resultado. Pero esto es la “democracia”. Y estamos en un “Ayuntamiento” importante y “serio”. Esto no es un juego de niños y cada una de las decisiones que se toman, trascienden. Tienen consecuencias.
Desgraciadamente, para la democracia, para el ayuntamiento y para su credibilidad, el abuso del rodillo ha parado bruscamente lo que conducía con total claridad al establecimiento de responsabilidades, así como a la demostración práctica y contundente de que el Plan Centro era una buena idea, que aún se podía gestionar mejor, pero que básicamente era un bien para la ciudad y para sus habitantes.
Por eso Zoido es un mal alcalde que no ha sabido escuchar a los que no coinciden con él. Dijo que sería el alcalde de todos y, a la primera seria, ha demostrado que es un farsante y un mentiroso. Ha conducido a la ciudad a un juego de cubiletes y bolita y cuando el público señalaba donde escondía e reclamo, ha desmontado bruscamente el chiringuito diciendo que el trilero es él y sólo él tiene la verdad cuando esconde la bolita.
El juego, tanto para Zoido como para el trilero, solo vale cuando consigue engañarte.
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