G. Ziugánov / Pravda
Traducido del ruso por Josafat S. Comín
La situación en torno a Siria se sigue agravando cada vez más. Está en marcha una intervención informativa y una intromisión abierta por parte de los EE. UU. y sus aliados, en los asuntos internos de aquel país.
Los representantes oficiales de estos países llaman abiertamente a los extremistas a cometer acciones armadas, y a la oposición, a renunciar a cualquier tipo de contacto con el gobierno. Mientras, el presidente B. Asad, no solo ha anunciado la puesta en marcha de importantes reformas políticas, sino que las está llevando a la práctica de forma consecuente. Se está trabajando sobre el proyecto de nueva constitución y en un futuro próximo se convocaran elecciones locales, sobre una nueva base jurídica, para después a principios del próximo año, celebrar elecciones parlamentarias.
La presión permanente que se ejerce sobre Siria y la intromisión en sus asuntos internos, se desarrolla bajo la hipócrita y cínica excusa de la defensa de los derechos humanos y la democracia.
Provoca rechazo la absoluta predisposición de la Liga Árabe para tomar parte en esta aventura antisiria. Creada para reforzar las relaciones entre sus miembros y la coordinación de iniciativas políticas dirigidas a defender sus intereses, la Liga se ha convertido en un instrumento para la intromisión en los asuntos internos de otros países, en un arma para la ejecución de la política agresiva de los EE. UU. Los estatutos de la liga árabe exigen el respeto a los sistemas políticos existentes en cada país y la renuncia a cualquier intento de usurpación. Todas las acciones promovidas por los regímenes monárquicos en los países que se han hecho con el control de la dirección de la organización, contradicen los nobles objetivos, promulgados por los fundadores de la Liga Árabe. Irak, Libia y ahora Siria, son las señas de la traición de los autodenominados valedores de la unidad de los países árabes.
En la historia ya hubo una Liga, la Liga de Naciones, que terminó su vida traicionando los intereses de sus pueblos.
Turquía, a la que parece se le han despertado de nuevo las ambiciones imperiales, se ha convertido en uno de los instigadores de las actividades subversivas contra Siria. Somos testigos de las aspiraciones de Turquía de convertirse en una superpotencia regional, a la que se subordinen los países árabes. Para alcanzar sus objetivos han amparado en su territorio a la oposición siria más irreconciliable, suministrando armas a estas bandas criminales y amenazando abiertamente con la intervención militar en el territorio del país vecino.
Condenamos tajantemente estos hechos y exigimos el inmediato cese de la intromisión en los asuntos internos de Siria. Su pueblo debe decidir su destino por sí solo.
Expresamos una vez más nuestra solidaridad con el pueblo sirio y manifestamos nuestra convicción de que éste hará gala de su sabiduría, para encontrar la única decisión correcta con la que devolver la paz y la tranquilidad al país.
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