A las 9:45 de la noche del 6 de noviembre de 1917 (25 de octubre en el Calendario Juliano), Lenin ordenó el asalto del Palacio de Invierno en Petrogrado. El palacio fue tomado hacia las dos de la madrugada del 7 de noviembre, que sería establecido oficialmente como fecha de la Revolución.
La Revolución de Octubre fue uno de los más formidables acontecimientos de la historia, lleno de esperanza, coraje, ira, generosidad, fuerza de pueblo y puesta masiva de la vida en la determinación de transformar las relaciones entre los seres humanos y la construcción de una sociedad justa.
Hace 94 años Rusia era un país agrario en el que pervivían residuos feudales con elementos capitalistas. La clase dominante era la aristocracia terrateniente bajo un régimen monárquico caracterizado por la ausencia de libertades y derechos democráticos. En el campesinado convivían una burguesía agraria y un proletariado unidos en la reivindicación de la tierra frente a la burguesía agraria. Mientras tanto, se producía un alto grado de industrialización localizado en zonas concretas, lo que favorecía la movilización de un proletariado que sin embargo era minoritario frente a los campesinos. Además, el capitalismo ruso dependía en gran medida de la inversión extranjera y de la ayuda estatal, lo que conllevaba una burguesía débil y dependiente.
En el país más extenso de la tierra, dónde las multitudes no podían suportar más la opresión ejercida por el régimen, los “indignados” – que no sólo estaban indignados, sino organizados, concienciados y decididos – se unieron en un sólo puño contra la burguesía, la revolución campesina se lanzó contra los terratenientes, la revolución de los soldados se levantó contra la guerra.
94 años después de aquella hazaña en Rusia, las masas oprimidas en Europa – y en nuestro país – van en aumento, las libertades y los derechos democráticos van en contínuo retroceso. Las entidades financieras hacen y deshacen a su antojo, con sus capataces – una casta política a su servicio -, actuando a sus órdenes de manera reiterada.
Mientras tanto, millones de indignados en nuestro país y en todo el mundo construyen una conciencia colectiva opuesta al actual estado de cosas, pero aún de manera confusa ideológicamente y poco organizada, y con una influencia aún minoritaria en los mecanismos del sistema, ni siquiera para ponerlo contra las cuerdas.
No es preocupante, también Rusia tuvo su Revolución de 1905 – de donde surgieron los soviets – antes de la de 1917. Aquel, el de 1905, fue el germen de un contrapoder que 12 años después estaría listo para tomar el poder en sus manos cuando llegó el momento oportuno, aquel 6 de noviembre de 1917, cuando el comité central de los bolcheviques aprobaba la insurrección, que culminaría en la toma del poder por el soviet de Petrogrado; ese mismo día el congreso de los soviets de toda Rusia ordenaba el paso de todo el poder a los soviets.
Hace 94 años se unieron el ímpetu revolucionario, la conciencia colectiva, la organización proletaria y el liderazgo de Lenin para lograr pasar de la indignación a la Revolución. En estos días, que quizá no lo sean de liderazgos personales, sí son más necesarias que nunca la conciencia (que comienza a despertar), la organización y liderazgo colectivo de quienes no quieran reformar el sistema, sino cambiarlo. En definitiva y de una manera inédita pero necesaria: Repetir Lenin.
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